BLACK CORE 

Anatomía del síntoma

"Donde hay una herida, hay un lenguaje"

Black Core, es una serie de esculturas biomórficas que emergen desde la necesidad urgente de una materialización física del trauma, de expulsar el veneno que el cuerpo calla pero aloja. Formas serpenteantes y espinadas, que brotan desde el centro visceral del torso hacia el cuello, responden a una experiencia subjetiva: la percepción somática de un núcleo negro, denso de dolor enquistado. El cuerpo no miente: lo que no se expresa, se aloja. Estas formas, orgánicas y extrañas, son retratos del síntoma.

Retorcidas, sinuosas, venenosas, operan como dispositivos de catarsis: cada escultura es una expulsión. Una criatura. Un fragmento de verdad.

Cuando el trauma es físico, y no hay lenguaje que lo traduzca, el cuerpo pide volumen. La escultura se convierte en una extensión orgánica del dolor que no se pudo decir. El cuerpo calló y moldeó algo más grande que sí mismo. Lo monumental no es grandilocuente, es justo. Es del tamaño del impacto vivido.

Julia Kristeva, en Powers of Horror, introduce el concepto de abyección: aquello que el cuerpo social rechaza pero que sigue habitándolo. Las esculturas de Black Core son abyectos en sí mismos: no del todo orgánicos ni sintéticos, reptilianos y femeninos a la vez, híbridos de carne y metal, de biología y ficción. Representan la frontera donde el yo se desborda, donde el sujeto se quiebra.

Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio, señala cómo el dolor ha sido excluido del espacio público, desplazado por la compulsión a la positividad, al rendimiento, a la productividad emocional. Estas esculturas desafían ese mandato: son lo contrario al “likeable object”. Son la presencia del malestar, del burnout, de la enfermedad como verdad social. Son la reaparición de lo insoportable, en una cultura que anestesia.

Paul B. Preciado, en Un apartamento en Urano, habla del cuerpo como archivo mutante, como superficie de experimentación política y tecnológica. En esa línea, Black Core es también un cuerpo posthumano, intervenido por software, impreso en PLA, traducido en render, animación y escultura expandida. Es un cuerpo transmaterial: entre el síntoma y el código.

Escultura como exorcismo del cuerpo político


“Un cuerpo habla cuando no se lo escucha. Lo hace a través de síntomas, a través de formas. Las esculturas son cuerpos que ya no pueden callar.”

Desde el psicoanálisis, Sigmund Freud describe la catarsis como un proceso de liberación emocional mediante la expresión artística. Esta obra se convierte así en un ritual de transmutación: lo que fue padecido se convierte en forma, y lo que fue interno se hace externo, compartido.

Carl Gustav Jung, nos habla del inconsciente colectivo y de los arquetipos como símbolos universales que emergen del inconsciente en momentos de transformación. Las esculturas de Black Core resuenan con imágenes reptilianas, protozoarias, viscerales, que remiten a un imaginario arquetípico de lo abyecto y lo regenerativo, lo venoso, lo que se arrastra y se cura a la vez. Estas piezas son entidades simbióticas: entre el dolor personal y el terror colectivo.

Immanuel Kant, en su teoría de lo sublime, distingue lo bello de aquello que, por su magnitud o intensidad emocional, nos sobrepasa, confrontándonos con lo inabarcable. Black Core se sitúa precisamente en ese límite. Las esculturas (de hasta 15 metros de longitud), no buscan ser contempladas desde la serenidad, sino que irrumpen como criaturas monumentales, radicales, que encarnan el exceso y lo incontrolable. No son objetos de admiración, sino de enfrentamiento.





Barcelona, 2025




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